Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Juan 14:7-9.

¿Cómo es realmente Dios? No me refiero a su aspecto, sino a su carácter, a sus sentimientos y sus pensamientos; a su actitud y hacia nosotros, seres humanos finitos, falibles, afectados por la enfermedad mortal del pecado.

No existe nada, en toda la Biblia, que se compare con la suprema revelación de sí mismo que hizo Dios en la persona de Jesucristo. En él vemos a Dios andando entre los hombres, de tal forma que cada palabra, cada mirada y cada gesto de Jesús revelaban lo que realmente había en el ser más íntimo de Dios. ¡Qué privilegiados los que convivieron con él esos 33 años que estuvo en la Tierra! Cuánta luz, amor, bondad y alegría debió haber irradiado su sola presencia. No debe haber nada más maravilloso ni experiencia más sublime que haber estado con Jesús esos años en los que “habitó entre nosotros, y vimos su gloria” (Juan 1:14).

Ver a ese humilde carpintero, vestido con las ropas sencillas de un trabajador judío del siglo I de la Era Cristiana, caminando por las calles, rozándose con todo tipo de gente -desde la más pobre o la más degradada hasta la más encumbrada o la más noble-, y amándolos a todos incondicionalmente, sirviéndolos a todos, procurando fervientemente su salvación, bienestar y felicidad, era ver a Dios mismo: al Creador y Sustentador del universo, al Rey y Soberano celestial, al que adoran millones de ángeles, paseándose modestamente entre nosotros, para hacer un derroche de su bondad y de su amor sobre nuestra vida.

Por eso, durante este mes, nos dedicaremos a contemplar a Jesús. Veremos algunos pasajes de su vida en los que podremos conocer cómo era Jesús y, por carácter transitivo, cómo es Dios. Y, en este ejercicio espiritual, si lo hacemos con devoción y hambre del alma por encontrarnos con el Ser eterno, recibiremos profundos beneficios espirituales.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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